Reflexiones sobre el aprendizaje y la educación (extracto) por Max Pertier.
Es apasionante para mí hablar de educación y aprendizaje, aunque no sea agradable parte de la memoria que llevo registrada en el cuerpo con más de de 12 años siendo cotidianamente alejado no solo de mi familia y mi mundo externo, sino que también del interno. Años de lucha, insatisfacción e incomodidad de ser un número con apellido, de ser cuerpo uniformado, un cuerpo en transformación, crecimiento y desarrollo creativo, pero uniformado, segmentado por la institucionalidad de la educación tradicional. Ese cuerpo sometido a la norma general, tomado en cuenta, como también habrá sido el tuyo, exclusivamente en las clases de educación física, clases direccionadas solo a sus capacidades atléticas, de la cuales en mi caso, finalmente se me eximió por problemas de salud, por no cumplir con un estándar pulmonar apropiado. O sea son más de 12 años siendo alejado también de mi cuerpo en todas sus dimensiones, con toda su capacidad y expresividad, constituida de ideas, movimientos, palabras, inquietudes, sueños, gestos y emociones.
Paradójicamente, recuerdo que se hablaba de incorporar la materia. Hoy veo la ignorancia en el propio uso del lenguaje en el sistema educacional y me pregunto cuánto más habríamos aprendido si hubiésemos realmente incorporado el aprendizaje (del latín in-corupus, en el cuerpo) pero éste sistema parece haber estado siempre limitado a la estandarización, potenciando siempre el lado racional y la capacidad de llevar la información de la mente a un papel, dejando atrás, no solo la capacidad de imaginar, reflexionar o investigar, sino también el resto del organismo que completa al ser humano en su capacidad orgánica de aprender a través de la experiencia. Cuando olvidamos el cuerpo, olvidamos al ser integral que habita en él y al mundo que lo rodea. En el coaching ontológico hablamos de Coherencia precisamente tomando en cuenta las distintas dimensiones del ser, Emociones, Lenguaje (mundo intelectual) y Cuerpo. Podemos ver fácilmente como hemos estado potenciando principalmente solo una de estas dimensiones, ¿y las otras?
¿Cuánto ganaríamos escuchando al cuerpo en un proceso de aprendizaje, capacitación o formación? El cuerpo es un organismo comunicativo, sabio, integral y amoroso por naturaleza, los sistemas de aprendizaje y educacionales debieran nutrirse, observarlo y escucharlo más en toda su envergadura dándole el espacio de desarrollo que merece.
Cuando hablamos de educación, estamos hablando de aprendizaje y sociedad, no únicamente de un sistema de traspaso de información. Sin aprendizaje debiéramos decir que no hay educación. Cuando hablamos de aprender, hablamos de un enfrentamiento a un espacio vacío que no sabemos cómo completaremos, pasamos por un No Sé y ese estado nos abre las posibilidades de alimentar esos espacios en toda nuestra coherencia. Cuando esas posibilidades las da un contexto de respeto, entendido esto como un espacio de aceptación hacia un otro como individuo, capaz de aportar con su universo particular al desarrollo expansivo de una experiencia, es cuando nos abrimos realmente a la experiencia del aprendizaje con todo lo que esto conlleva. El compartir un conocimiento es un acto en si amoroso y debemos ser fieles a esa composición natural y biológica del ser humano. La educación tiene que partir del amor.
Para lograr el bienestar organizacional y social, los procesos educativos y de formación debieran estar constituido de esto, ser un proceso netamente amoroso y no por eso confundirlo con una práctica complaciente, como dice Claudio Naranjo “Nada necesitaríamos tanto como una educación de capacidad afectiva que es la base de la buena convivencia y la participación del ser humano en la comunidad”. Para potenciar a un individuo y su sistema, tenemos que partir por amarlo, legitimar y potenciar su particularidad ante el mundo que lo rodea y para eso es necesario también la exploración e investigación hacia el autoconocimiento, o acaso; ¿tenemos siempre claro quiénes somos? ¿Sabemos siempre dónde queremos ir? ¿Podríamos asegurar que somos algo totalmente determinado que va solo hacia un lugar? En el aprendizaje mientras más abiertos estamos a la investigación mediante la experiencia más caminos podremos avanzar.
Ahora ¿cómo vamos a investigar? Creo que la mejor manera sobre todo en los procesos creativos es el juego, con esto me refiero al sentido liviano y lúdico del aprendizaje que nos permitirá movimiento dentro del proceso, esto no tiene relación con dejar de ser serios con el contenido o con el sentido de lo que hacemos ni con la ausencia de límites. Ahora si somos extremadamente serios puede que nos volvamos graves y esto si dificulta la acción, a mayor gravedad menos movimiento. El aprender (del latín hendere: agarrar) se vincula directamente con el accionar, podemos decir que hemos aprendido cuando podemos reflexionar, aplicar, conocer, distinguir, comprender, analizar, valorar, etc. Es en la apertura y en el balance de lo flexible que vamos a encontrar los riesgos y las posibilidades de error. Aquí me gustaría detenerme un segundo y destacar el error como una fuerza motriz, transcurso fundamental dentro de un proceso de aprendizaje ¿cuánto nos sirvió caernos para aprender a caminar? Podríamos ser creativos u originales sin vivir la posibilidad del error? A veces nos cuesta entender esto e “incorporarlo” no es extraño si tomamos en cuenta que estuvimos diariamente por más de 12 años, por no decir toda una vida, escuchando una voz que nos dice interna y externamente “no se equivoque” pues ¡Que equivocación más grande! El cuerpo y el error debieran ser compañeros principales dentro de los procesos de enseñanza y aprendizaje.
Por último y a modo de cierre. El trabajo y atención en el cuerpo junto a la emoción y el lenguaje, la práctica, la unión, el juego, la meditación, la investigación, la evaluación reflexiva y conjunta, la colaboratividad, el autoconocimiento y el amor, entre otros conceptos me parecen claves a la hora de abordar hoy nuevos espacios abiertos al coaching, educación y aprendizaje.
Max Pertier
Co-fundador Grupo Incorpora